Yahveh

Yahveh (en hebreo יהוה, YHWH) y sus variantes Yahweh, Yahvé, Yavé, Jehovah y Jehová. En su forma hebrea (sin que se sepa su pronunciación exacta), es según la Biblia, una frase que utiliza Dios para referirse a sí mismo, tras la petición de Moisés en la visión de la zarza ardiente[1] y en respuesta a su pregunta de qué les dirá a los israelitas sobre el que le ha enviado: "Yo soy el que soy". Esta frase, "yo soy el que soy", es en hebreo "EHIEH", que se refieren a las letras del alfabeto hebreo "Y-H-W-H", una palabra muy difícil de pronunciar sin vocales, puesto que en el hebreo antiguo no estaban escritas.

Además, Dios dijo a Moisés:
Así dirás a los hijos de Israel: Yahvé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.
Ve, reúne a los ancianos de Israel y diles: Yahvé, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: En verdad os he visitado y he visto lo que se os hace en Egipto.

El Tetragrámaton
Debido a que se ha utilizado predominantemente de manera escrita, por su grafía se lo denomina también tetragrámaton (del griego τετρα-γράμματον, tetra-grámmaton ‘cuatro letras’). En hebreo es usual también la expresión השם (haShem, ‘el nombre’).[cita requerida]

[editar] Uso del Tetragrámaton
Esta forma de escritura apareció debido a que en algún momento surgió entre los judíos la idea de que era incorrecto hasta pronunciar el Nombre Divino (representado por el Tetragrámaton). No se sabe a ciencia cierta qué base hubo originalmente para dejar de pronunciar el nombre. Pero se barajan varias hipótesis, cada una con sus puntos a favor y en contra. Hay quien cree que esta escritura surgió de la enseñanza de que el nombre era tan sagrado que no lo debían pronunciar labios imperfectos. Sin embargo, en las mismas Escrituras Hebreas no se describe que ninguno de los siervos de Dios tuviese reparos en pronunciar su nombre. Los documentos hebreos no bíblicos, como, por ejemplo, las llamadas Cartas de Lakís, muestran que en Palestina el nombre se usaba en la correspondencia durante la última parte del siglo VII a. C.

Esta forma de escritura apareció debido a que se habría pretendido evitar que los pueblos no judíos conocieran el nombre y lo usaran mal. Sin embargo, en los mismos escritos bíblicos se aprecia el deseo de Dios que haría que ‘su nombre fuera declarado en toda la tierra’ (Éx 9:16; compárese con 1Cr 16:23, 24; Sl 113:3; Mal 1:11, 14), para que incluso sus adversarios lo conocieran. (Isa 64:2.)

También se ha dicho que el propósito era evitar que se utilizara en ritos mágicos. En tal caso, hubiera sido una medida equivocada, pues cuanto más misterioso se hiciera por su desuso, más proclive sería a que lo utilizaran en sortilegios.

Sin embargo, cualquiera que hubiese sido el propósito de tal creencia, lo cierto es que éste dejó de pronunciarse a tal grado que hoy se desconoce por completo la vocalización de esta escritura; esto, a su vez, fue una de las causas que han originado las discusiones sobre las variaciones existentes en su pronunciación.

Tal como no se sabe con seguridad la razón o razones originales por las que dejó de usarse el nombre divino, de la misma manera hay mucha incertidumbre en cuanto a cuándo se arraigó realmente esta costumbre. Algunos alegan que empezó después del exilio en Babilonia.

Según el profesor Gérard Gertoux se puede notar un cambio de actitud en algunos escritos de la era exílica y postexílica, explica que tanto Daniel , Esdras y Nehemías usaron el Tetragrámaton cuando hablaban con judíos, y sustitutos cuando lo hacían con paganos (compárese Daniel 1:2 9:2-20 con Daniel 2:28,29,37,44 y Es. 3:10,11 8:28,29; con Es.5:17 Ne 4:14 8:9 con Ne 2:4,20). Dice también que el libro de Ester no contiene el Tetragrámaton pero el de Malaquías sí porque fue escrito para los Judíos.

Sin embargo, esta teoría que se basa en una supuesta disminución del uso del nombre en la última parte de las Escrituras Hebreas, no tiene tanta solidez a la luz de los hechos. Por ejemplo: Esdras 1:2 nos muestra que Ciro, un rey pagano usó el Tetragrámaton en una carta oficial, lo que muestra que no era desconocido, en el período postexílico por los no judíos. Si bien es cierto que en el libro de Ester no aparece el Tetragrámaton, en el capítulo 1:20, hay lo que algunos han llamado "un acróstico invertido del tetragrama". Malaquías, uno de los últimos libros de las Escrituras Hebreas —escrito en la última mitad del siglo V a. E.C.—, da gran importancia al Nombre divino.

Muchas obras de consulta dicen que el nombre dejó de emplearse alrededor del año 300 a. E.C. Se cita como prueba la supuesta ausencia del Tetragrámaton (o una transliteración de éste) en la Septuaginta, traducción griega de las Escrituras Hebreas que se inició alrededor de 280 a. E.C. Es cierto que los manuscritos más completos de la Septuaginta que se conocen en la actualidad sustituyen sistemáticamente el Tetragrámaton por las palabras griegas Ký·ri·os (Señor) o The·ós (Dios), pero estos manuscritos importantes solo se remontan hasta los siglos IV y V E.C. Hace poco se han descubierto fragmentos de manuscritos más antiguos que prueban que en las copias más antiguas de la Septuaginta aparecía el Nombre divino.

Por tanto, al menos por escrito, no hay prueba sólida de que el nombre divino hubiera desaparecido o caído en desuso antes de nuestra era. Es en el siglo I E.C. cuando se empieza a observar cierta actitud supersticiosa hacia el nombre de Dios. Cuando Josefo, historiador judío perteneciente a una familia sacerdotal, relata la revelación de Dios a Moisés en el lugar de la zarza ardiente, dice:

“Dios entonces le dijo su santo nombre, que nunca había sido comunicado a ningún hombre; por lo tanto no sería leal por mi parte que dijera nada más al respecto”.

(Antigüedades Judías, libro II, cap. XII, sec. 4.)
Sin embargo, las palabras de Josefo, además de ser inexactas en lo que tiene que ver con que se desconociera el nombre divino antes de Moisés, son vagas y no revelan con claridad cuál era la actitud común en el siglo I en cuanto a la pronunciación o uso del nombre divino.

La Mishná judía, una colección de enseñanzas y tradiciones rabínicas, es algo más explícita. Su compilación se atribuye al rabino Yehudá ha-Nasí (Judá el Príncipe), que vivió en los siglo II a. C. y Siglo III E.C. Parte del contenido de la Mishná se relaciona claramente con las circunstancias anteriores a la destrucción de Jerusalén y su templo en 70 E.C. No obstante, un docto dice sobre la Mishná:

“Es extremadamente difícil decidir qué valor histórico debe atribuirse a las tradiciones de la Mishná. El tiempo que puede haber oscurecido o distorsionado los recuerdos de épocas tan dispares; los levantamientos, cambios y confusiones políticas que ocasionaron dos rebeliones y dos conquistas romanas; las normas de los fariseos (cuyas opiniones registra la Mishná), distintas de las de los saduceos [...]. Todos estos son factores que deben sopesarse a la hora de valorar la naturaleza de las afirmaciones de la Mishná. Además, mucho del contenido de la Mishná persigue como único fin el diálogo académico, al parecer sin pretensión de ubicarlo históricamente”.

(The Mishnah, traducción al inglés de H. Danby, Londres, 1954, págs. XIV, XV.)
Algunas de las tradiciones de la Mishná sobre la pronunciación del nombre divino son:

La Mishná dice con relación al día de la Expiación Anual:

“Los sacerdotes y pueblo estaban en el atrio y cuando oían el Nombre que pronunciaba claramente el Sumo Sacerdote, se arrodillaban, se postraban con el rostro en tierra y decían: ‘Bendito el Nombre de la gloria de su Reino por siempre jamás’”

(Yoma 6:2)
. Sota 7:6 dice sobre las bendiciones sacerdotales cotidianas:

“En el templo se pronunciaba el Nombre como está escrito, en la provincia con una sustitución”

Sota 7:6
. Sanhedrin 7:5 dice:

“El blasfemo no es culpable en tanto no mencione explícitamente el Nombre”
y añade que en un juicio que tuviera que ver con una acusación de blasfemia, se usaba un nombre sustitutivo hasta haber oído todos los hechos; luego se le pedía en privado al testigo de cargo: “Di, ¿qué oíste de modo explícito?”, y se empleaba, como es lógico, el Nombre divino.

Cuando Sanhedrin 10:1 menciona a los “que no tienen parte en la vida futura”, observa:

“Abá Saúl dice: También el que pronuncia el nombre de Dios con sus letras”.

Sanhedrin 10:1
No obstante, a pesar de estos puntos de vista negativos, en la primera parte de la Mishná también se halla la declaración positiva de que una persona podía “saludar a su prójimo con el nombre de Dios”, y se cita el ejemplo de Boaz. (Rut 2:4; Berajot 9:5.)

Sin exagerar su importancia, estos puntos de vista tradicionales tal vez indiquen una tendencia supersticiosa a evitar el uso del nombre divino ya antes de la destrucción del templo de Jerusalén en 70 E.C. De todos modos, se dice de modo explícito que eran principalmente los sacerdotes quienes usaban un nombre sustitutivo para el nombre divino, y eso sólo en las provincias. Por otra parte, como hemos visto, es discutible el valor histórico de las tradiciones de la Mishná.

Por lo tanto, no hay ninguna base sólida para asignar al desarrollo de este punto de vista supersticioso una fecha anterior a los siglos I y II E.C. Ademas las escrituras del Nuevo Testamento muestran que Jesus utilizó y pronunció el Tetagramatón (San Juan 17:6,26), un ejemplo de ello es cuando entró en la sinagoga de Nazaret y leyo del libro de Isaias (San Lucas 4:16-19) Sin embargo, con el tiempo, el lector judío empezó a utilizar los términos ’Adho·nái (Señor) o ’Elo·hím (Dios) en sustitución del Nombre divino representado por el Tetragrámaton, y así evitaba pronunciarlo cuando leía las Escrituras Hebreas en el lenguaje original. Así debió ocurrir, pues cuando empezaron a usarse los puntos vocálicos en la segunda mitad del I milenio E.C., los copistas judíos insertaron en el Tetragrámaton los puntos vocálicos de ’Adho·nái o de ’Elo·hím, seguramente para advertir al lector de que pronunciara esas palabras en lugar del nombre divino. Por supuesto, en las copias posteriores de la Septuaginta griega de las Escrituras Hebreas, el Tetragrámaton se hallaba completamente reemplazado por Ký·ri·os y The·ós.

Las traducciones a otros idiomas, como la Vulgata latina, siguieron el ejemplo de las copias posteriores de la Septuaginta. Por esta razón, la versión Scío San Miguel, basada en la Vulgata, no contiene el Nombre divino, aunque sí lo menciona en sus notas. Otro tanto ocurre con la versión Torres Amat (excepto en unas pocas ocasiones que sí aparece), mientras que La Biblia de las Américas emplea SEÑOR o DIOS para representar el Tetragrámaton en las Escrituras Hebreas cada vez que aparece, lo mismo se puede decir de La Nueva Versión Internacional.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Gracias...!

About this blog

Amigo en Cristo, te damos la benvenida a esta pagina que vamos agregando cada Día, en lo cual Encontraras Demasiada Informacion, Paginas de Musica para descargar, Recursos Cristianos, Predicas e Informacion y mucho más.
Y si les falta alguna información mandenos un mail co la Info. que necesitas al siguiente email:

s_molina_ruiz@hotmail.com

Ahora Disfruta de nuestro Blog!!!

Que Dios les bendiga!!
Comentar es Agradecer

About Me

Bío Bío, Chile
Hija de Dios, bautizada a los 11 años, buscadora mas de Dios, y paraticipa en Comunidad Cristiana Chillán

Followers

WEBAIM

Buscar este blog